Un día te despertás, abrís los ojos y te das cuenta de que ya son diez años. Y tratás de escaparte, cerrás los ojos, pero cuando los volvés a abrir los diez años siguen ahí, presionando tu cabeza, formulando miles de preguntas sin respuesta, presentándote a la ausencia, pero vos ya la conocés, y bastante. ¿Por qué no pude conocerte más? ¿Por qué esa mujer que ahora veo débil tirada en la cama y que siempre fue de estar de pie sufre tanto por tu ida? ¿Por qué no tuve un segundo, un minuto más para agradecerte esas mañanas frías cobijada entre tus sábanas mirando cartoon network, los rizos que colgaban de mi cabeza hechos por tus manos delicadamente cada mediodía para ir al jardín, esas sopas de fideos de caracolitos multicolores que hasta su sabor ya no reconozco, ese perfume que dejaste en tu casa y que nunca se va a ir, la imagen del peluchito fucsia que colgaba del tele de tu habitación, o las fotos con tu peluca gris que en ese tiempo me parecía tan divertida y ahora sólo es un recuerdo más de enfermedad? ¿O por qué tu casa ya no es la misma? ¿Por qué la dejaste tan sola, por qué nos dejaste solos, por qué navidad siempre tiene ese gusto a recuerdo tan frío, tan lastimero? ¿Por qué sólo me quedó una foto nuestra? ¿Por qué tus collares se esconden en el fondo del placard como el tesoro más preciado que podría haber tenido? ¿Por qué me diste tan poco tiempo abuela? ¿Por qué diez años si hasta ayer eran sólo cinco los que me separaban del nueve de enero del 2001, el día en que te perdí? ¿Por qué tengo estas ganas incalculables de estar en tus brazos tomando la mema o ese vasito con forma a naranja que siempre me llenabas con tanto amor?
Un día te despertás, abrís los ojos y te das cuenta de que ya son diez años. Y tratás de ver la realidad y un manto negro -el recuerdo quizás- te lo impide.
1 comentario:
Es lógico que la extrañes, lo siento mucho Tori!
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