Caminé y caminé.
Pasé esa plaza en la que se escondía un recuerdo, o varios. Me imaginé a mí, devuelta sentada bajo ese árbol, hablándole, riéndome. Sonreí inconscientemente. Las lágrimas volvieron a brotar. Estaba sensible, eso lo sabía, la película de anoche me había afectado bastante, ¿pero hasta este punto?
Caminé y caminé.
Caminé y llegué hasta un semáforo. Tenía el paso para mí, y un chico hacía malabares en medio de la senda peatonal. Me llamó la atención las pelotitas de colores. Giraban y giraban, y mi cabeza las acompañaba en un movimiento circular. Esos colores, esa gracia para moverse. Esa gracia que tenía él de hacerlas volar. Y de las pelotitas mi mirada pasó a él. Cuando terminó y pasó por los autos pidiendo moneditas se acercó a la esquina desde donde yo lo miraba y me hizo una sonrisita compradora. Y me compró. Me robó una sonrisa… y un peso. Y así me fui, con el viento congelándome, pensando en cómo puede ser que un chico como él estuviera en la calle, haciendo malabares, sonriéndole a desconocidas y pidiendo monedas así como así.
[ Es lindo en que esos días en que todo te sale mal y te sentis para la meerr que algo tan insingnificante como la sonrisa de un desconocido te cambie el ánimo ]
2 comentarios:
Hay que aprender a encontrar la belleza de las pequeñas cosas!
Quién te gritaba tori?
Es lindo, tenes razón.
Te amo hermosa <3
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