Me despierto por un resplandor rojo, un resplandor rojo en mi cara. El sol me pinta de rosados, naranjas, colorados, cuando me asomo a la ventana. Y ya casi no hay sol. Pero eso ya casi no importa, porque las heridas ya casi están cerradas, porque las lágrimas ya casi están todas derramadas, porque ya casi escuché casi todos los tango de mi país -que tanto extraño-, porque ya casi me empapé en todos los raps que esta ciudad pudo ofrecerme en sus barrios marginales, esos tan urbanos, tan humanos.
Me visto para infiltrarme en ellos y salgo a pelear al viento. Salgo a cambiar mi cara, a pintarla de amarillos aunque el sol ya no esté en este cielo tan poco mío. Porque ya casi no importan sus reclamos, sino los míos. Mis reclamos de cambio, de una sola sonrisa. Y acá está. Sí, estoy sonriendo, aunque ustedes no me vean. Sonriendo. Corriendo. Peleando al viento, enredándome en él, buscando su sonrisa, buscando la mía.
Adquiero la costumbre, la típica imagen del cafecito en mano. Mi gorrito de lana se quiere escapar, pero no lo dejo volcándome el café. Pero ya casi no importan esos detalles. Porque con él aprendí que no son nada. Hablando de él, ¿dónde estará? ¿En qué canción de Spinetta, en qué bar, en qué cama, en qué ojos estará sumergido? En los míos, no. Porque me fui. Me fui lejos. Pero de amarillo. Y aunque ahora sea una tonalidad alimonada, ya va a ser sol. Y voy a encontrar su sonrisa. Y la mía. En este viento que me lleva, en estas calles, en esta noche, en este cielo tan distinto al suyo, tan lejano, donde las estrellas son iguales, a pesar de la distancia.
Y ya casi no importará. Y ya casi cumpliré con los reclamos. Y casi seré parte de este otro mundo. Y casi abriré los ojos, y casi sonreiré. Y casi no extrañaré. Y ya casi me apropiaré de este cielo que nunca será mío del todo. Y casi reemplazaré a mi Buenos Aires por esta Nueva York sin corazón.
1 comentario:
Te vas?
En el libro que estoy leyendo uno de los personajes describe a New york de una forma parecida pero más ampliada!
Que andes bien
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